ESCRITORA FANTASMA

Estoy acostumbrado a borrarme de las páginas,

para eso me pagan. Para vivir diferentes
vidas en mi cabeza por un tiempo limitado y transcribirlas al papel. Luego, ellos o
ellas las firman y yo

desaparezco.

Son dueños del corte final, pueden sacar aquello
con lo que no estén de acuerdo. Eso es lo que suele estar en los contratos, contratos
larguísimos que siempre terminan con un anexo donde se firma el acuerdo de
confidencialidad. Piedra angular de mi trabajo, la que me emparienta con sacerdotes,
psiquiatras, psicólogos, abogados, periodistas. Un grupo de

cuidadores de secretos


que, con mayor o menor rigurosidad, tenemos almacenadas palabras que no podemos
soltar. Nuestras situaciones son distintas: algunos pueden soltarlas si las vidas de los que las profirieron corren peligro; otros, si los que hablan representan una amenaza
contra la sociedad. Lo mío es más borroso,

no hay reglas universales del escritor
fantasma,

no es una profesión registrada, no se enseña en las universidades, es una
vocación. Es salirse de la página, extirparse del mundo.

Somos los ausentes.

Extracto de la novela

Fade Out

¿Cómo perciben los ghostwriters su trabajo? ¿Cuándo escriben para ellos mismos y cuándo
para los demás? ¿Llegan a sentir compromiso afectivo con los libros? ¿Son merecensarios
de las letras? ¿Cuándo participan de las ganancias? ¿Su trabajo afecta su propia obra
literaria o pueden desarrollarla a la par?

Novelas, artículos, biografías y cuentos han sido escritos bajo el nombre de otra
persona. Son muchos los fantasmas literarios que transitan por los libros.
Profesionales a quienes se les contrata para redactar en la sombra textos que después
firman otros.

La escritora y ghostwriter Tatiana Goransky responsponde a estas preguntas en la
siguiente entrevista: